Chicas Buenas
Ella es «una chica buena»,
Es la favorita de papi.
Bella sonrió mostrando sus dientes mientras su madre se encargaba de dar la bienvenida a todos los invitados que llegaban a su hogar.
Tener una familia adinerada era difícil… Pero ¿ser un Lewis? Pfff, mejor ni lo imagines.
Ser una de las familias más influyentes de Londres y tener que seguir tantos códigos y reglas puede ser algo asfixiante… Más si no estás de acuerdo con ellas pero aún así debes seguirlas porque «eso es lo que debería hacer una dama».
¿No me crees? Ven y pregúntale a Bella.
La chica suspiró y luego recompuso su sonrisa forzada mientras mares y mares de empresarios, artistas y algún que otro integrante de la familia real entraban a su hogar. Definitivamente odiaba aquello.
— Bella, cariño, te presento a Jon —.
Internamente, la chica rodó los ojos y miró al muchacho con desdén. Detestaba con todo su ser cada vez que algún chico le agradaba a su madre, debido a que esta trataba de obligarla a ser la pareja de dicho «hombre digno» para ella. Igual que con absolutamente todo.
Su estilo,
Su manera de hablar,
Su manera de ser,
Su manera de respirar,
Su madre era excesivamente controladora.
— Es un placer poder conocerte, Jon — dijo la muchacha posando la sonrisa más hipócrita que pudo hacer en aquel momento. En respuesta, el tal Jon tomó la mano de la chica y posando un leve beso en el dorso de la misma respondió:
— El placer es mio, hermosa dama —.
Bella mantuvo su sonrisa y luego miró a su madre, para luego zafarse del leve agarre del chico y escuchar a su progenitora continuar.
— Jon acaba de ganar una beca en Harvard…
Sabes que ella podría hacerlo.
» Por lo cual me ha pedido que pases con él estos últimos meses que estará por aquí —.
— Eso me encantaría — mintió la chica mirando al rubio mientras sonreía de lado — Pero, lastimosamente, estos próximos meses debo estudiar más para poder presentar mi prueba en MIT — eso era una verdad a medias. Si bien era cierto que dentro de dos meses haría una prueba para entrar al instituto de tecnología, lo que menos haría sería estudiar. Realmente las ciencias no le interesaban en lo absoluto, pero, para mantener «la clase» de su familia, estaba forzada a estudiar alguna carrera completamente aburrida y extenuante.
—Ah, lo olvidaba — la madre de Bella sonrió dando un beso en la mejilla de su hija y luego miró a Jon — Mi hija es la más inteligente de su clase, y fue escogida entre los 10 mejores para presentar una prueba de admisión en MIT —.
— Comprendo la magnitud del asunto — asintió Jon sonriéndole a la chica — No cualquiera llega a calificar para tal universidad. No se preocupe, señorita Lewis, cuando vuelva podemos pasar algo de tiempo juntos —.
— Eso suena maravilloso —.
— Me encantaría continuar con esta amena y agradable charla — «Dios, perdóname por mentir tanto» pensó Bella luego de decir aquello — Pero, madre, realmente me hallo extenuada, por lo cual me gustaría poder retirarme a mi habitación para descansar un poco —.
– Sería genial que te quedes un rato más con… —.
— No es necesario, señora Lewis — interrumpió Jon sabiendo qué iba a decir la mujer — Si su hija se halla cansada, no veo razón para hacerla pasar más tiempo despierta cuando cómodamente podría ir a tomar una siesta. Podemos seguir hablando en otro momento —.
Pierce, hasta hace 5seg me parecías el ser más arrogante y molesto del mundo. Creo que ahora me agradas un poco.
Nota mental de: Bella.
para: Pierce.
— En ese caso… Bien — la mujer dio una mirada a su hija y luego de dar un asentimiento de cabeza, la chica sonrió y luego de despedirse, se escabulló rápidamente entre las personas presentes para dirigirse a su habitación y acabar con aquella tortura de una vez por todas.
Luego de cerrar la puerta de su habitación con cerrojo, se deshizo de los tacones negros y el vestido rosa que portaba, echándolo rápidamente dentro del cesto de ropa sucia y poniendo los zapatos dentro de su closet, luego de eso, su vista viajó hacia el anexo que tenía su habitación, el cual era usado como un vestier, y levantando una tabla del suelo encontró lo que buscaba.
Dentro de lo que sería perfecto para una princesa o una Fresa, Bella escondía lo que era perfecto para ella.
Del cajón secreto sacó unos jeans rotos, un crop-top color negro, una chaqueta de Jean bastante básica, unas botas militares del mismo color del top y unas cadenas para decorar sus jeans.
Se cambió de ropa y luego se miró frente al espejo, se deshizo de todas las joyas que tenía. Anillos, pulseras, la diadema que adornaba su cabello, collares, todo. Luego se quitó todo maquillaje que tenía y luego se limitó a usar un poco de rimel y un labial de un color rojo oscuro; terminado eso, recogió su cabello en unas trenzas de boxeador para no tener que lidiar con su cabello platinado y sentirse más cómoda.
Luego de asegurarse de que nadie se hallaba en la parte externa de su hogar, Bella bajó las escaleras de emergencia y corrió lejos de su hogar lo más rápido que pudo.
Luego de alejarse unas cuantas cuadras, comenzó a caminar con calma. Sus únicas horas de escape eran durante la noche, porque esas eran eran las horas en las que «estudiaba» o «dormía».
O al menos eso es lo que asumen sus padres…
Pero en la parte oscura de la habitación, donde nadie hace las leyes, ella está con su chico… Y no leyó eso en ningún libro.
Sus pasos fueron interrumpidos por alguien que halaba de ella y juntaba sus labios de una manera necesitada y desesperada.
Bella tomó aquello de la mejor manera posible, debido a que ya sabía quién era el causante del acto.
Sonrió sobre los labios del chico y luego posó una de sus manos en la mejilla del mismo, mientras que los brazos del muchacho bajaban hasta la cintura de ella para abrazarla y hacer que la distancia entre ellos fuera completamente eliminada.
Damián estaba acostumbrado a aquella rutina. Esperar en el mismo callejón a su amada cada noche, para poder vivir «su propio cuento de hadas» cada vez que el sol se escondía y gran parte de la ciudad dormía.
Su beso era alzado y desesperado; debido a las largas y tediosas conferencias dadas por su padre, las pasadas dos semanas Bella estuvo ausente en la vida de Damián y en aquel callejón de Londres, el cual ya tenía la costumbre de acogerlos entre sus sombras e iluminar sus rostros para que los jóvenes pudieran grabar para siempre aquellas sonrisas y caricias.
— Te extrañé tanto — murmuró el chico separándose de los labios de la rubia y dejando besos al rededor de su cara mientras soltaba comentarios como «te amo» «no vuelvas a viajar con tus padres» «la próxima voy en tu valija» y cosas parecidas.
Bella solo podía reír mientras trataba de apartar la cara para dejar de recibir tantos besos, hasta que eventualmente tomó al chico por las mejillas y plantó un beso decidido en sus labios; solo para indicarle que se detuviera.
— No quiero irme de nuevo — aseguró la chica para luego abrazar al chico con todas sus fuerzas, dejando que Damián la cargara y correspondiera a su abrazo sin dudarlo.
— Espera, dijiste… —.
— Mis padres quieren enviarme a Massachusetts — musitó la chica sin apartarse de él — quieren que estudie en el instituto de tecnología pero yo… —.
— Hey hey hey — el chico detuvo a Bella y la dejó en el suelo cuidadosamente antes de apartarla de él y hacer que la mirara — A mi me importa una mierda lo que tus padres piensen, la única decisión que me importa es la tuya — y luego de secar una lágrima traicionera que corría por la mejilla de la chica continuó — ¿Tú quieres ir a Massachusetts? — preguntó mirándola atento. Desde el día que la razón de las escapadas nocturnas de Damián tuvieron un nombre y un apellido, supo que el día que estas acabaran su corazón se quebraría de una manera prácticamente irreparable… Pero por ella lo valía. Sabía que los padres de Bella eran altamente controladores, no quería formar parte del grupo de personas que ponían limitantes a la vida de la chica.
— No — respondió en un hilillo de voz mientras bajaba la mirada y cerraba los ojos para no llorar — Claro que no quiero irme — murmuró sintiendo su voz quebrarse — No quiero ir a Massachusetts, no quiero estudiar ciencias, no quiero seguir ocultándome, no quiero levantarme cada mañana y recordar lo mal que estoy por no poder solo decirle a mis padres que me importa… — se detuvo a si misma cuando un sollozo salió por sus labios. Aquello de verdad dolía — Que no me importa lo que cualquier otra persona piense de mí — y sin más, Damián abrazó a Bella para que esta llorara con libertad, simplemente la dejó desahogarse — No quiero seguir siendo una chica buena — murmuró al final sorbiendo su nariz y secando sus lágrimas.
— Alguna vez escuché a alguien decir que las chicas buenas solo son chicas malas que no han sido descubiertas — comentó el chico recordando la primera vez que había visto a Lewis, sin duda lo mejor que le pudo haber pasado — Y… Creo que a veces es mejor ser una «chica mala» a solo seguir órdenes por miedo a lo que pueda pasar —.
— Lo he pensado millones de veces — murmuró la chica — Pero… Mis padres me enviarían de clavado a un instituto de modales y realmente tendría un efecto contrario a lo que quiero —.
— Te ayudaré a que eso no suceda — aseguró Damián mientras acunaba sus mejillas con sumo cuidado, como si estuviese tomando una muñeca de porcelana.
— ¿Cómo? —.
— Tú déjamelo a mi —.
– Me preocupas — murmuró la chica frunciendo un poco los labios, sin tener ni la más mínima idea de lo que Damián tramaba.
— Tranquila, no haré ninguna locura — aseguró antes de dar un pequeño beso en la comisura de los labios de la chica — ¿Por ahora… ¿Qué te parece si damos una vuelta? —.
— me encantaría — respondió Bella con una sonrisa antes de tomar la mano del chico y comenzar a caminar bajo la leve luz de las farolas que adornaban las calles de Londres… Y, sin saber exactamente porqué, aquella noche las luces le parecieron más brillantes que otras veces.
.XXX.
A la mañana siguiente, luego de una de las noches más románticas y bonitas que pudo haber tenido en sus 17 años de vida, Bella bajó las escaleras para dirigirse a la cocina de su hogar a buscar algo para desayunar.
Al llegar al comedor, sus padres desayunaban mientras algunas de las señoras de servicio de su casa se movían de un lado a otro, algunas llevando y trayendo platos, otras limpiando.
Bella tomó asiento en la mesa de vidrio rectangular y solo dos segundos fueron necesarios para que una taza de té humeante junto a un pequeño envase de porcelana lleno de azúcar se presentaran frente a ella.
— ¿Qué le gustaría para desayunar, señorita Lewis? — preguntó la mujer que le había traído el té a la chica.
— Me gustaría comer unos… —.
— Con permiso, buenos días, discúlpenme — Scott, el mayordomo de la casa, entró en la sala y todos los presentes prestaron atención a lo que él tenía que decir — señorita Lewis, su invitado ha llegado —.
Ahora la vista pasó a Bella quién alzó una ceja. Ella no había invitado a nadie.
— Mi invita… — «No voy a hacer ninguna locura» — Déjalo pasar y dile que venga acá — ordenó decidida y los padres de la chica se miraron extrañados.
— Bella, ¿A quién has invitado? — cuestionaron los padres mirando a su hija, mientras esta se encogía de hombros y echaba una cucharada de azúcar a su té para luego revolverlo.
Todos se hallaban en relativa calma hasta que lo vieron.
Tenía piel tostada y ojos negros. Definitivamente no era de esos lados. Su cabello oscuro con un par de mechones teñidos de azul. Su camiseta ya desteñida de Nirvana, sus jeans rotos y sus converse rojas le dieron mala espina a los padres de la chica, más esta se levantó y recibió al chico con un abrazo.
— Cuando dijiste que no ibas a hacer ninguna locura, supuse que hacer esto entraba dentro de ese cuadrante — susurró en su oido mientras lo abrazaba.
— Supuse que sabrías que para mí esto no califica como locura — susurró de vuelta apartándose para luego dejar un beso en sus labios, los jóvenes oyeron una taza caer.
— ¿Qué te has creído, muchacho insolente? — la madre de Bella se levantó ignorando los vidrios rotos que acaba de dejar y tomó a Bella del brazo para apartarlo de aquel «chico tóxico».
— Creo que no me llamo «Muchacho Insolente» — comentó con leve ironía el chico mientras Bella abría los ojos de par en par y negaba con la cabeza, aún así, el chico continuó — Soy Damián Navarro, el novio de su hija —.
La madre de Bella apretó más el agarre en su hija, haciendo que sus uñas se clavaran y Bella chillara debido al dolor que esto le producía.
— Tú nunca estarías a la altura de mi hija — respondió la mujer con desdén — Solo mírate — siguió señalando con asco al chico — Tu forma de vestir te delata, no eres más que otro chico de clase baja que nunca… —.
— Basta —.
La madre de Bella se volteó perpleja a ver a la chica, quién se había apartado de su madre y le había ordenado de manera decidida y sin titubeos que se detuviera. Sin duda una gran falta a la autoridad de su progenitora.
— Damián no es ningún vándalo, y te informo que sí — la chica miró al castaño, quien le dio una sonrisa de boca cerrada al verla — Sí está a mi altura y ha sido la única persona en mi vida que pude elegir por mi cuenta… Realmente no me arrepiento — aseguró la chica cruzándose de brazos mientras miraba a su madre con la cara en alto. Si algo no iba a tolerar era escuchar a su madre insultar a Damián como se le diera la gana, porque ella menos que nadie tenía el derecho de hacerlo — Así como tampoco me voy a arrepentir de decirte esto. No pienso estudiar ciencias, ni MIT ni en ningún otro lado. Estoy harta de darle una falsa imagen de una fresa hipócrita y mimada al mundo; de ahora en adelante las decisiones de mi vida las tomo yo, y no hay nada que puedas hacer para detenerme — decretó mientras su madre escuchaba atónita.
— Esto tiene que ser una broma — negó la mujer mientras pasaba su vista entre ambos jóvenes — No voy a permitir que todo el linaje Lewis se hunda por… —.
— ¿La felicidad de tu hija y darle la oportunidad de que ella escoja lo que le parece mejor? Eso es egoísta — interrumpió el chico mientras miraba a Bella — Sé que usted menos que nadie lo ha visto, pero el brillo que toman los ojos de Bella cuando hace lo que le apasiona no tiene precio — comentó antes de acercarse a la mencionada y abrazarla por la espalda — Y creo que esa felicidad valdría la pena y también podría llegar a enaltecer a los Lewis algún día —.
— No te atrevas a hablarme así — amenazó la mujer a Damián, quien apartó a Bella de su alcance para que la mayor no quitara a la muchacha de su lado — Tú no tienes derecho a hablar acerca del futuro de Bella — escupió con rabia señalando al chico. En respuesta, este asintió la cabeza.
— Es así — le dio la razón — Ni yo ni nadie tiene el derecho de hablar acerca de un futuro que solo Bella puede escoger — enunció con calma y la madre de Bella estaba a punto de estallar. Nunca se había cruzado a alguien tan insolente en su vida.
— Lárgate de mi casa — dijo la mujer al borde de un colapso — ¡Ahora! — gritó desesperada.
— Esta es mi casa —.
Todos voltearon a ver al padre de Bella, quien hasta el momento solo se había mantenido expectante.
El hombre se levantó de la silla en la que se hallaba y solo se acercó a Damián para hacer un movimiento que sacaría todo de lugar.
El padre de Bella abrazó al castaño.
Madre e hija se miraban, una de ellas con una sonrisa de superioridad y la otra con una cara de sorpresa invaluable.
— ¿¡Estás del lado de este vándalo!? — exclamó escandalizada la mujer.
— Estoy del lado de la persona que quiera lo mejor para mi hija — respondió simple y se acercó a Bella para dar un beso en su frente — Y si este chico dice que mi hija tiene muchísimo más potencial si se le encamina en lo que le gusta, le creo. Nosotros hemos creado un modelo de hija perfecta para nosotros, no conocemos a la verdadera Bella — Damián sonrió con orgullo mientras que Bella solo abrazó a su padre con fuerza.
— Gracias — susurró la chica antes de apartarse de su padre.
— Cuando lo necesites, princesa — respondió el hombre de vuelta haciendo que la sonrisa de la rubia creciera como nunca en su vida.
15 años después…
— ¡Señorita Lewis! ¡Por aquí! —.
— ¡Por favor! ¡Responda algunas de mis preguntas! —.
Bella pasó entre el montón de paparazzis antes de poder entrar al edificio en el que ahora vivía.
Luego de ese icónico día a sus 17 años, su vida solo fue de subida.
Estudió letras en su universidad soñada, sin tener que ocultar nunca más su relación con Damián ni con nadie.
En solo 10 años había conseguido mucho más de lo que esperaba conseguir antes de que a su ahora esposo se le ocurriera hacer la grandisima locura de entrar en su hogar.
— Algo me dice que la gran «Bella Lewis» ha llegado —.
— ¡Mami! —.
Damián salió de la cocina del pent-house mientras que el pequeño Max –su hijo de tan solo 6 años– bajaba las escaleras corriendo con un libro en sus manos.
— ¿Cómo está mi bebé precioso? — Max corrió a los brazos de su madre y la abrazó con fuerza, haciendo que la mujer lo cargara y se acercara a Damián para darle un corto beso en los labios.
— Mami, mami, ¡Mami! Sabias que… —.
— Hey campeón, con calma — Bella dejó a su hijo en el suelo y el niño solo levantó emocionado el libro de química orgánica que sostenía en sus manos.
— ¿Voy a ver esto cuando comience clases? — preguntó el niño con un brillo en sus ojos. Ese brillo indescriptible que solo salía a flote cuando de verdad te apasionaba y te movía hasta la última fibra de tu ser — Porque hay muchiisimas cosas que no entiendo y quiero llegar a ver como… —
— Creo que alguien va a tomar el puesto que yo no tomé en MIT — susurró la chica a su esposo mientras el niño parloteaba sin parar.
— Si es lo que le gusta y quiere hacerlo… Yo no tengo ningún problema — susurró Damián de vuelta dando un beso en la mejilla de Bella y miraba con una sonrisa al pequeño Max.
Y así, luego de muchos años de encubrir quién era, Bella finalmente había podido tomar sus propias decisiones y hacer de su vida algo más divertido e interesante.
Las chicas buenas solo son chicas malas que no han sido atrapadas… Pero nadie logra dejar su marca siguiendo las reglas
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