Bloqueo
«Con la música sonando a todo volumen a través de unos audífonos y los pulgares dando vueltas sobre el teclado, Van miraba fijamente la pantalla de su celular sin saber exactamente qué escribir.
Luego de 6 meses horribles en los cuales su vida se basaba en un retén de paredes beige, con 9 timbres diarios y 4 bloques de clases durante 5 días a la semana, la chica de cabello castaño por fin se hallaba de vacaciones y podía gastar su tiempo en algo que sí le favorecía y sí disfrutaba: escribir.
No, no estamos hablando de enviar mensajes. Estamos hablando de escribir historias que roben el aliento de quién lo lea, que intriguen, que mueva hasta la fibra más baja y sensible que alguna vez pudo existir sobre la tierra… Pero no podía hacerlo.
¿Por qué? Simple: falta de inspiración.
El haber pasado meses dentro de una escuela en la cual la imaginación, creatividad y las artes estaban vistas como el mismo demonio, habían apagado poco a poco su inspiración y sus ganas de dejar que sus dedos recorrieran el teclado y se encargaran de crear la mejor de las historias del mundo hasta el punto tal en el que un simple texto de un par de líneas se le hacía complejo.
¿Lo peor del caso? En época de clases cada dos por tres tenía una idea nueva de alguna historia o algún nuevo invento… Pero tristemente esas ideas llegaban en el peor momento.
No recordaba exactamente qué se le había ocurrido, pero durante una prueba de biología había pensando una increíble historia de ciencia ficción.
Durante una de sus largas y aburridas clases de educación física pensó en una novela de amor bastante linda.
Durante una clase tediosa de castellano…
Aquí hay que hacer una pausa: ¿clase de castellano tediosa? ¡Pero si te gusta escribir!
El hecho de disfrutar de lo bella que puede llegar a ser la literatura y el castellano, no significa que tu profesor tenga la misma versión sensible, mágica y sublime del idioma que tu; haciendo que esa clase se convierta en otro infierno de 90 minutos más.
Pero ese es tema va para otro día.
«I walk this empty street on the Boulevard of Broken Dreams where the city sleeps and I’m the only one, and I walk alone«.
Van cerró los ojos y trató de despejar su mente, buscando dentro de esas pequeñas lagunas que habían dentro de su mente alguna de las ideas que había tenido para plasmarlas en una hoja de notas y poder disfrutar de ella cuando quisiera.
Al no encontrar nada, respiró de manera profunda y cerró su laptop antes de recostarse en el respaldar de la silla de su escritorio mientras pensaba algo decente para transmitir.
Después de un tiempo, desistió de su idea y abrió nuevamente la laptop para que la música y la fantástica composición de Pink Floyd sonara con libertad por la habitación.
«All in all it’s just another brick in the wall«.
Detuvo en seco sus pasos hacia su repisa llena de libros de distintos autores y poetas al escuchar esa precisa frase. Y su mano soltó el libro de Cassandra Clare que estaba a punto de dejar en el estante mientras murmuraba a la nada la frase que le daría el pequeño empujón para pasar el resto de la tarde perdida entre letras y personajes literarios:
— Malditos bloqueos producidos por el sistema —»
— Muy bonita la idea de libertinaje que se cruza por su cabeza, Roseville; pero me temo que esta hoja comenzará a formar parte de la basura y debe pasar por la oficina del director para hablar acerca de su constante falta de atención debido a «esta cosa» —.
La profesora terminó de leer en voz alta y luego arrugó la hoja en la cual Vanessa escribía de manera vaga para luego echarla en la basura mientras le ordenaba a los gritos a la chica que se largara de su aula de clases.
Conteniendo sus ganas de gritarle a la anciana que probablemente rozaba los 72 años, Vanessa recogió sus cosas y salió del aula de clases murmurando algunas frases como «solo buscan a otro ladrillo, no haces nada malo«…
— A ella según y que le gusta escribir. ¿Entonces por qué no toma apuntes en mis clases? —.
La risa sonora a las espaldas de la chica provenientes de sus «compañeros de clase» hicieron que se volteara, y clavando esos ojos oscuros como carbón en la profesora de idiomas se defendió con una simple frase:
— Escribo sobre temas que realmente me parezcan relevantes o interesantes… No lo que otra persona me imponga —.
Y sin más, se dio la media vuelta caminando de manera calmada hacia la dirección mientras subía sus audífonos a sus orejas y se dejaba llevar por las piezas de artes que Green Day y The Neighborhood le brindaban aquel día… A final de cuentas, no le preocupaba lo que el director, su supervisor o cualquiera de la cuerda de insensibles que se hacían llamar «maestros» dijera, sabía que algún día esos pequeños escritos dejarían de acabar en la basura o en una carpeta de registro por mal comportamiento y llegarían a millones de personas al rededor el mundo.
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